sábado, 16 de septiembre de 2017

180 Votes Before To Lose He (Rubelangel)

|🍃|


¿El amor consiste de sólo palabras y caricias dulces o de también acciones?, ¿El amor se comprueba con acciones o importan más las palabras?

¿Y qué haces cuando no tienes ni las palabras y las acciones no hablan bien de tus verdaderos sentimientos?

Él siempre me robo las pocas palabras que tenía.


Siempre fue como un ladrón, desde la primera vez que le vi me quede sin palabras a causa de mi timidez. En cambio él, él siempre fue un hablador. 

Hablaba hasta por los codos aun si no hablaba a la perfección el idioma y te contaba del universo en una sola tarde si le dejabas, lo digo por experiencia, al siguiente día de haberle conocido me lo enseño, más sin embargo, aquella tarde, yo encontré a un verdadero amigo.

Mi amigo Alexby no mentía cuando dijo que él era un total confianzudo. En aquella fiesta de bienvenida que le hicieron sus amigos tras aterrizar de un vuelo sin retorno proveniente de Noruega, él llego conmigo a platicar como si me conociera de toda la vida. En el fondo a veces pienso que también se acercó conmigo porque yo era el único tonto con el que pudo comenzar a practicar su nuevo acento ya que yo estaba en un sillón comiendo chuches y viendo a los demás bailar desde una esquina, eso o quizás también lo hizo porque él era el anfitrión y no quería verme solo, la verdad es que no supe la razón con exactitud.
En algún momento de mi vida llegue a pensar que le guste desde ese momento, pero eso sería una total mentira, un chico con mis facciones y con sobrepeso nunca le habría gustado al instante.

Yo me gane su corazón cuando me conoció.

El destino hizo de las suyas tantas veces que ya ni siquiera tengo memoria para recordarlas todas. Desde que viviéramos a dos casas, o el hecho de que fuéramos a la misma escuela y en las mismas clases, el que la maestra me pusiera de su tutor para enseñarle lo que ya habíamos visto en clase, el que nuestros padres estuvieran ausentes por las tardes y el que nos cruzáramos en varias tiendas... todo se conjugo en una perfecta sintonía que hizo revolotear mi corazón durante semanas.

Quizás nuestros caminos siempre estuvieron cruzados.

Cuando empecé a hablar un poco con él me di cuenta de que no era lo que decía ser, en realidad era un poco tímido y era igual de friki que yo. Horas y horas de videojuegos en las tardes de mi casa lo demostraron. "Pierden demasiadas horas cuando deberían estar haciendo la tarea" decía mi madre cuando volvía de trabajar, el pobre de Rubén siempre terminaba mirando hacia el suelo y jugando con sus manos nerviosamente, y mi madre no tenía otro remedio que traernos una merienda horas después a modo de hacerle sentir mejor, porque aunque no lo dijera, yo sabía que él también le había robado el corazón a mi madre.

Simplemente su acento extraño, sus chistes malos y su soltura a la hora de intentar entablar conversaciones cautivaron a mi madre y a mi hermana, quizás hasta a mi padre, pero sin duda el más encantado era yo.

Yo, el chico de anteojos que siempre se trababa a la hora de hablar y que también hablaba más bajo que una hormiga. Con mucha constancia y perseverancia logro que hablará un poco más, al menos con él. Fue una pena cuando todo ese esfuerzo termino en el caño cuando me enamoré de él.

Se molestó, vaya que se molestó cuando mis frases fueron en declive y sus intentos para hacerme hablar sólo terminaban en miradas. Miradas que ni siquiera él soportaba a veces. Quizás eso ayudo a que se enamorará de mí, puesto que entró a una zona en mi corazón donde no le deje entrar a nadie más, y bueno, él tampoco se quiso marchar.
Me conoció hasta el fondo, y a su vez ocurrió un efecto inesperado. "Cuando miras a un abismo, el abismo también te mira a ti", aquella frase en clase de español nos hizo temblar a ambos, y también sonreír al mismo tiempo en distancias separadas.

Éramos el espejo del otro aun sin estar cerca, y eso lo notaron todos. Todos excepto nosotros.

En 3 años de escuela nunca me creí de todo el hecho de que él me había escogido como compañía. Claro que había más personas en nuestro círculo de amistades, pero lo de nosotros fue distinto, nosotros preferíamos estar juntos a todas horas, para mí sólo era él, y para él sólo era yo, nunca entendí porque se quedó conmigo si yo no era un chico especial, no destacaba en los deportes, ni era el mejor en matemáticas; sólo era yo.

Simplemente yo.

En cambio él siempre fue un cofre de secretos.

Sabía cocinar bastante bien a pesar de su corta edad. Él decía que aprendió porque no quería morir a base de comida basura que le compraba su madre, pero yo supe en el segundo verano que pase en su casa que él le tenía una pasión especial a cocinar.
Era su forma especial de comunicar cuando algo estaba muy bien o terriblemente mal. Horneaba pastel durante horas sólo para desquitarse y de igual forma lo hacía para complacer a los que quería.

Creo que nunca consintió en ese sentido a nadie más que a mí, hace algunos años todavía seguía perdido acerca del motivo de eso, de que llegará a sentarse a mi lado en las horas libres y me pidiera que por favor probará algo, aunque después de los primeros 6 meses de hacerlo ya ni lo pedía, sólo llegaba y me metía un bocadillo a la boca.
Debo admitir que ninguna de sus comidas me supo mal, y eso era porque él probaba hacer las recetas cientos de veces hasta que le gustaban y entonces me las daba a probar a mí, queriendo mostrarme sus logros. Sin embargo, también sabía que era sólo para que su orgullo no decayera, y yo también debo confesar que nunca fue algo que pensará en siquiera dejar caer.

Apenas supe desde hace un año sus sentimientos por mí.

Yo era un total ciego.

Estaba completamente ciego de amor por él como para no notar que él también estaba hasta el suelo por mí.

Él era intenso y efusivo, y a la vez transparente, demasiado para su propia desgracia, aunque no para la mía. Cada gesto suyo no pasó desapercibido para mí, las piezas se fueron concretando de poco a poco, entre que nunca le agrado que ninguna chica se me acercara, el que me incluyera en todas las invitaciones aun si no sabía si yo estaba disponible o no, el que llegará a mi habitación a pocos segundos de que le decía que algo estaba mal o la constante frase de: "Amigos antes que las novias", creo que él lo aplico bastante bien. Demasiado.

Nunca estuvo con nadie en estos 3 años.

Nunca me hizo sentir tontos celos a pesar de que él los sentía por mí por cada pequeña cosa, y eso le canso, cualquiera lo entendería viendo como sus silenciosos sentimientos pedían una mínima de respuesta y esperanza. La única vez que me hizo sentir celos a tope fue cuando una noche de julio se aferró a una morena alta para bailar mientras me lanzaba miradas provocadoras, no obstante, de nuevo no fui capaz de demostrárle mis sentimientos de una forma evidente. Sólo me alejé como un ciervo herido y fui a casa a encerrarme a llorar al closet.

Le escuche colarse por mi ventana más tarde, yo me había quedado dormido en ese lugar. Recuerdo con arrepentimiento como maldijo y tiro mi lámpara de noche al pensar que me fui con otra chica.

Semanas después nuestra relación fue cayendo en caminos separados llenos de celos irracionales, las cosas sólo mejoraron cuando los besos sin explicación aparecieron, quedo claro que él era mío y que yo era suyo después del décimo beso y la quinta mordida.
No teníamos un verdadero título y sin embargo yo lo sentí como mío, y él en el fondo también me tomo como que yo era suyo.

Todo estaba bien hasta que un viaje lejano se me presento, era el sueño de mi vida pero se sintió vacío cuando su rostro se desbordo de dolor. Tristemente las cosas avanzaron su curso natural y yo tuve que partir, él al final me acepto acompañar al aeropuerto para despedirme, yo le bese con ganas descomunales aquella tarde fría de noviembre.
Los días transcurrieron sin espera, y ninguno de nosotros dos se atrevió a llamar al otro. Apenas habían pasado dos meses cuando ya le extrañaba de forma desesperada, las cosas no fueron bien, porque a pesar de que me enseñó a socializar un poco, nunca me hice adicto a ningún otro tipo de abrazo, o de comida hecha en casa, de cosquillas, de sonrojos instantáneos a las miradas fijas o de sus bellas risas, comencé a llamarle todos los días después de las 8:00 PM porque le extrañaba a morir, él como siempre me recibió con el corazón abierto.

Su risa aun a través de kilómetros era el verdadero antídoto a horas y horas de estrés escolar, siempre con una sonrisa para mí aun sí él estaba mal. Su ánimo no siempre fue perfecto, pero yo siempre lo supe identificar, y nunca le escuche más apagado que aquellos 3 meses.

Así que tome una decisión, una definitiva. Regrese para desposarle.

Es por eso que estoy frente a él, con una rodilla en el piso y mis sentimientos en una mano, estoy muy nervioso, tengo demasiado miedo de que me diga que 'no' enfrente de todos los ojos curiosos que se han posado en mi después de que por los altavoces se ha escuchado '¿Quieres casarte conmigo, Rubén?'.

Sé que Alexby me reconfortará aun si las cosas van mal, él fue el que me ayudó a organizar todo mientras volvía de 13 horas de vuelo, y fue Cheeto quien condujo a Rubén a través del centro comercial por horas hasta que todo estuvo listo, y yo hice mi acto de aparición enfrente de él después de un vídeo casero de nuestros momentos juntos.
Mi otra mano aferra las 24 rosas a mi pecho, las retengo como mi esperanza de que me diga 'si', pero su rostro se mantiene serio, sigue mirándome y no muestra ningún gesto. Creo que debería de pararme y salir corriendo de aquí, debería dejar de estar haciendo el tonto.

Mis ojos se humedecen ante los constantes murmullos del mundo, no soy capaz de seguir sosteniéndole la mirada. Me siento estúpido, no debería estar haciendo esto después de estar volviendo de un viaje de 3 meses en los que no le vi.

Pero en la recta final, antes de que salga corriendo llorando como un bebé, se lanza a mis brazos y me tira con él al piso mientras comienza a gritar que 'sí'.

Enmudezco y no soy capaz de hacer nada, él actúa por inercia y comienza a besarme los labios. Resuenan miles de aplausos por toda la instancia, me siento jodidamente afortunado, no puedo retener las lágrimas, se me escapan sin ton ni son.
Estoy muy feliz, tanto que me vuelvo valiente y le rodeo con mis brazos mientras lo siento sobre mis piernas. Le correspondo cada caricia y le devuelvo cada beso ansioso que reparte por mi rostro.

Se separa unos centímetros de mí y yo me obligo a responder y a ponerle el anillo. —Eres hermoso. —No puedo dejar de decirle eso mientras lo sigo mirando.

|🍀|

Los días avanzan y no estoy seguro de que tan bien lo están haciendo, sigo siendo el mismo tonto cuando se acerca, a diferencia de que ahora no me restrinjo de besarle. El tiempo se nos escapó de la mano como si fuese agua de manantial.

La preparación de la boda está haciendo estragos al juntarse con el estrés, debo admitir que parte de que las cosas estén yendo tan bien es porque nuestras familias ya estaban un tanto preparadas para esto. Sí, así es, cuando llegamos de la mano y les mostramos nuestros anillos no parecían tan sorprendidos como esperábamos.

Ah, pero eso sí. Mi suegra Bente casi casi se está liando a palos con mi madre por cada arreglo de la boda. Sencillamente mejor les deje ese deber puesto que no quería terminar muerto antes de mi boda.

El único problema que acapara mi mente son mis votos.

Nunca he sido bueno diciendo mis sentimientos, y ahora es momento para hacerlo, tengo que decirlos en tres días. Pero el problema es que no sé cómo comenzar, tampoco es que tenga demasiado tiempo.

—Puedes escribirlo. —Me recomienda mi padre mientras me ve enfrente del espejo intentando hablar, hasta ahora fue lo mejor que pensé en hacer, mirarme y decirle todo lo que siempre quise decirle, pero simplemente no puedo hablar. Lo que me acaba de proponer es una buena idea, ya que no soy tan malo escribiendo, pero para eso tendría que tener algunas horas. Mi padre sabe interpretar lo que pasa por mi cabeza. —Yo me encargo. —Murmura antes de salir corriendo de la habitación y encerrarme con llave.

— ¿Qué haces?—Preguntó al borde de la histeria, se supone que debería estar con Rubén en 1 hora para ver lo de la cena.

—Separarte del mundo, sino nunca vas a escribirle lo que en verdad sientes. Te he dejado suficientes hojas para que puedas plasmar tus sentimientos en ellas. —Miro hacia la mesa y compruebo que es cierto, hay miles de hojas y al menos 5 plumas de tinta oscura.

— ¡Pero tengo demasiados asuntos que atender! ¡Me casaré pronto!

—Nada es más importante que le digas lo que sientes por él, lo entenderá, y ya me lo agradecerás. ¡Ahora ponte a trabajar en esos votos matrimoniales!

No tuve más remedio que hacer caso. La luna fue mi fiel confidente dos noches, mientras la tinta se deslizaba sobre el papel con mis sentimientos descritos en más hojas de las que hubiera esperado.

¿En verdad me guarde tanto durante todos estos años?

|🍀|
La espalda me dolía y mis lentes estaban fuera de mi línea de visión, no estaba muy seguro de donde estaban, de lo único que estaba consiente era de mi mejilla pegada al papel mientras me sacudían levemente.

—Tienes que levantarte, Rubén te necesita. —Me avisa mi padre mientras sigue removiéndome, basta escuchar su nombre para que salte de mi lugar como resorte y mis nervios comiencen a responder en mil sintonías distintas. Los pies me fallan pero logro estabilizarme, logro visualizar entre penumbras mis lentes, —están en el suelo—, los recojo y luego me los pongo. Noto la mirada de mi padre puesta sobre los escritos. — ¿T-tu escribiste todo esto?—Pregunta conmocionado, yo asiento mientras siento mis mejillas tibias.

— ¿Crees que sea demasiado?

— ¿Demasiado? Oh, no hijo. El demostrar amor nunca es demasiado, es lo que mantiene al mundo corriendo, sólo que no pensé que... bueno, escribieras tanto. — ¿Me dejo dos días aquí y esperaba menos? Yo esperaba más sándwiches de los que trajo la última vez. — Ni siquiera yo... como sea, olvídalo. —Sacude su cabeza intentando recordar lo importante. —Tienes que ir a buscar a Rubén.

— ¿Qué paso con él?—Mi padre forma una fina línea con sus labios y estoy seguro de que no es nada bueno cuando mira hacia la puerta para que intentar decirme que salga. No me la pienso demasiado y huyo de la habitación.

Veo que el día va como a la mitad en cuanto cruzo la puerta, lo cual resuelve el leve gruñido de mi estómago por comida.

Me quedo en el balcón y comienzo a buscar con la mirada a mi futuro esposo, no logro percibirle en mi rango de visión y mejor decido bajar del segundo piso del que me encuentro. Comienzo a preguntar entre los empleados que contrataron para el evento y ninguno de ellos me sabe resolver la respuesta. De hecho me miran bastante raro.
Comienzo a estresarme, y cuando estoy a punto de volverme loco aparece Bente a lo lejos, sin pensarlo me acerco. Llego a su lado corriendo, y a pesar de que su rostro se ve un poco molesto desde lejos, al verme llegar sus facciones se reducen a una autentica preocupación.

—Dios mío, Miguel. Tu padre me dijo que estabas haciendo algo importante pero, dios, que pintas llevas. ¿Por qué traes la misma ropa que antier? ¿En qué tardaste tanto?
—Y-yo, y-yo estaba escribiendo mis votos. —El calor de mis mejillas aumenta considerablemente cuando me mira con ternura. — ¿Sabe dónde está Rubén? —Ella abre los ojos fuertemente y luego comienza a hacer gestos apenados.

—Oh, él... todavía no le encontramos. —El aire se me escapa del pecho, dejándome vacío. Fue como un golpe limpio.

— ¿C-cómo que todavía no le encuentran? Pues... ¿A dónde se fue? ¿Me dejará plantado?—Pregunto casi al borde de soltarme a llorar. Moja sus labios antes de atreverse a contestarme.

—No, Miguel, no te preocupes. Lo que sucede es que él estuvo buscándote estos días y no te encontró gracias a nosotros. Tu padre dijo que era importante que estuviéras a solas y creo que lo cumplimos... demasiado bien. Mi hijo pensó que te arrepentiste de casarte con él y bueno... huyo a caminar. —Veo que en sus ojos que no me está diciendo todo, como por ejemplo desde hace cuánto salió a caminar, pero no me atrevo a indagar más.

Mi visión se torna borrosa al pensar en que me dejo, la sola idea me aterra ¿Será que me precipite demasiado al pedirle matrimonio? ¿O es acaso que no me ama lo suficiente para esperarme? ¿Alguna duda habrá nacido en su corazón para dejarme de esa forma? Las preguntas no se detienen, y yo no tengo respuesta para ninguna.

No soy ni consiente de cuando soy llevado a una silla para no desbórdame en el suelo, sólo caigo en cuenta de que mi padre se encuentra a mi lado, pero yo sigo perdido.

—Él también estaba un poco estresado, al igual que tú, así que por favor no te pongas mal. Seguro que vuelve antes del anochecer, no te preocupes por favor. —Pide Bente con amabilidad, pero yo no soy capaz de responder ninguna petición o incógnita, sólo pienso en él y en qué debo hacer algo.

No me la pienso mucho y me levanto sin darle explicaciones a nadie, me dirijo hacia la zona de donde venía ella y comienzo a correr sin espacios.

Logro percibir a mi madre cuando pasa a mi lado, pero no me detengo y sigo moviéndome. Minutos después piso una piedra y caigo, apenas y alcanzo a meter las manos, es una suerte que nadie estuviera a mi lado para ver mi torpeza.

La idea me entristece, Rubén se habría reído y luego me habría ayudado. Comienzo a plantearme una solución mejor que estar corriendo como tonto por el bosque, de seguro que me pierdo.

Lo que me lleva a recordar que no me perdería si estuviera con él ya que él conoce la zona. Es una ventaja de que estemos en terrenos de su abuela, pero a su vez no es tan bueno porque mi memoria es un asco para la geografía.

Rebusco en mi memoria los sitios que recorrimos la primera vez que vinimos el verano pasado, segundos después caigo en cuenta de que lo más seguro es que este junto al lago que está medio escondido en la propiedad. Aquel que encontramos de casualidad.
No estoy muy seguro de cómo llegar, pero no me devuelvo para preguntarle a nadie. Me levanto del suelo y comienzo a andar a un paso más normal, de todos modos no esta tan lejos.

La naturaleza me relaja mientras paso a través de ella, me dejo guiar por mi instinto a pesar de que el atardecer se avecina y yo no veo muy bien en el ocaso, pero aun así no me detengo.

Atravieso la mata de plantas que pasamos la última vez y después de andar unos pasos, comienzo a escuchar como hay agua que fluye cerca, corro hacía donde mis sentidos me indican y es cuando le veo.

Está a mitad del lago haciendo plancha y mirando hacia el cielo. Un alivio me inunda de la cabeza a los pies, no puedo evitar soltar un suspiro agotado, para mi desgracia él me escucha.

Se voltea hacia mí y luego se queda mirándome un largo tiempo, mis ojos angustiados se encuentran con los suyos, y soy capaz de desglosar lo que estos contienen, poseen miedo y tristeza. Es evidente que ha estado llorando. La idea me estruja el pecho de maneras finitas.

No quiero presionarle, pero quiero que salga del agua y se hunda en mis brazos. Él sigue en el agua y pienso que es como una señal abierta para que entre por él, pero cuando estoy a punto de deshacerme de mi ropa, él se aproxima de regreso a la orilla.
Como ya dije, no soy bueno para las palabras, y cuando se posó enfrente de mí, sólo fui capaz de regalarle silencio y una mirada llena de emociones revueltas. Me mira en espera de que haga algo, pero sólo le contemplo en silencio, ha dejado su ropa a un lado y se encuentra únicamente en boxers.

Mi pulso aumenta y las cosas desaparecen a mí alrededor cuando junta su frente con la mía y recarga sus húmedas manos sobre mis hombros. Me quedo expectante de su beso, pero lo único que percibo es que se aleja y me deja ahí con los ojos cerrados. Cuando los entorno de nuevo, noto que está comenzando a cambiarse, parpadeo un par de veces aturdido por el momento, siempre es bueno robándome el aliento.

No estoy seguro de que deba ponerse la ropa cuando su cuerpo sigue mojado, de hecho veo que su camisa se humedece en cuanto entra en contacto con su piel.

— ¿Por qué me has venido a buscar? —Junto mis cejas en evidente confusión cuando pregunta eso, es obvia la razón.

— ¿Será porque me importas? —Las palabras salen más bajo de lo que espero, pero alcanza a escucharlas porque al ambiente de alrededor es silencioso. Veo una mueca de estrés en su semblante mientras sigue cambiándose.

—Si te importo tanto ¿Dónde estuviste estos dos días? —Las palabras no me salen, y justo de esto escribí anoche, de que de seguro que no durmiera con él traería problemas. Si de por sí, el que nos hicieran dormir separados nos estaba desquiciando a ambos, muy a cuestas me colaba por su ventana en la madrugada para míseras horas de su contacto cálido. Tampoco ayudó el que nos hayan puesto al pequeño Isaac para que nos cuide de no estar besándonos. Me quedo más tiempo en silencio de lo que debí por andar metido en mis memorias, y eso le da oportunidad de que piense en otras cosas. — ¿Te has arrepentido de casarte conmigo? —Pregunta en un tono resentido, me sorprende escuchar como la voz se le rompe mientras lo pregunta, su rostro se contrae en una mueca como si fuera a llorar. Si tenía siquiera una palabra, esta se esfumo, al verle de este modo me deja fuera de jaque.

No se espera ante mi respuesta y comienza a caminar creyendo con convicción en su mente que la respuesta es sí. Le sigo detrás sin pensarlo. Cruza la mata de plantas y me la lanza después con coraje, la detengo a centímetros de que ésta me azote.
—No. —Respondo tarde, ni siquiera se voltea para verme. La situación se me está yendo de las manos, tengo que ser firme esta vez. — Te he pedido que te cases conmigo, ¿Por qué piensas que me he arrepentido? —No responde al instante como el vil orgulloso que es.

—No estabas ahí, simplemente si te importo hubieras estado ahí.

—Hice otra cosa aún más importante. —Se detiene a mitad del camino y yo choco con él por ir mirándole los pies. Cuando elevo la vista me fijo en que su rostro luce más dolido que antes, oh por dios ¿Por qué soy tan malo con las palabras?

— ¿Hay algo más importante que estar conmigo? —Niego con rapidez, él se desespera al verme sin hablar. — ¡Contéstame con la voz!

—No. No hay nada más importante que estar contigo.

— ¡¿Entonces dónde estabas?! —Sus pies se mueven con inquietud sobre el pasto, siento que le estoy perdiendo y no soy capaz de decir nada, soy malo con las palabras y siento que echaré todo a perder si hablo. — ¡Parece que soy el único al que le importa la boda!
—Eso es mentira, a mí también me importa. Por favor no te estreses por eso, te prometo que hay una respuesta para lo que preguntas, pero se supone que debería ser una sorpresa y yo no debería...

—Habla más despacio, por favor. —Interrumpe mi frase atrabancada, palmeo mi rostro con estrés, me cuesta demasiado hablar y cuando por fin lo digo, lo digo mal. —Ay, ¿Sabes qué? ¡Olvídalo! —Sus pasos se reanudan, pero esta vez son más rápidos, comienza correr porque quiere alejarse de mí.

—Espérame Rubén, por favor hablemos. —Desde lejos escucho como se ríe sin gracia.
— ¿Hablar dices? ¡Pero si nunca has sabido hablar!—Sus pasos continúan, y muy apenas le puedo seguir. Sus palabras me hirieron y por varios minutos no soy capaz de articular ninguna palabra. Duda algunos segundos en seguir caminando cuando nota que he dejado de intentarlo, sin embargo al final no se detiene, y yo comienzo a escuchar algo parecido a un sollozo minutos después.

No digo nada, ¿Qué puedo decir cuando eso es verdad? Aun si le adoro con todo mi corazón, nunca he tenido las palabras necesarias para comunicarle mis sentimientos, lo nuestro siempre se ha basado en lo que creemos y lo que hemos dejado que suceda, y eso a la vez está matando esto, está pensando que no le quiero cuando estoy muriendo de amor por él.

Vislumbro a lo lejos la casa, él aumenta la velocidad de sus pasos, y esto lo interpreto como mi última oportunidad. El tiempo se me agota, lo sé, lo he visto mientras mis padres y los suyos han escapado hacia el balcón, nos han dejado solos, no hay nadie alrededor. Está a punto de entrar a la casa cuando tomo una fuerte bocanada de aire y el coraje para decir lo siguiente.

— ¡Te amo! —Gritó en un intento desesperado de hacerle recapacitar, los ojos se me hacen agua y estoy decidido a dar lo que me queda para que se quede conmigo. Se detiene de igual forma y se voltea hacia mí, su semblante no denota ningún gesto, pero las lágrimas que surcan por sus mejillas me hacen saber sus sentimientos, que tiene sentimientos por mí. — ¡Te amo como nunca he amado a nadie! —Mentí, él era el único al que había amado, y también era el último al que amaría. El rumbo para el que estaba yendo todo estaba a punto de desmoronarme la vida.

— ¿Es por eso que quieres casarte conmigo? —Pregunta en un tono abrumado, suena rasposo por el nudo que se le formo en la garganta. Pero no, ese no es el motivo por el que lo quiero hacer. Todo sería más fácil si tuviera mis tarjetas, los nervios están consumiéndome tortuosamente.

—No. —Alcanzo a balbucear, acomodando de poco a poco lo que quiero decir. —Es más que eso, lo sabes.

—No, no lo sé. Nunca me has dicho nada, no puedo saber lo que pasa por tu cabeza ahora. Te has distanciado y siento que no te conozco.

— ¿Cómo puedes decir eso? Soy el mismo. —Me intento acercar un paso pero él retrocede otro. Estoy cayendo a sus pies... —Siénteme, soy el mismo...

— ¿Seguro que eres el mismo? El Miguel de antes nunca me habría dejado solo ni un segundo.

—Por favor, detente, en verdad no sabes lo que estás diciendo.

—Lo sé, sé que hay algo detrás de eso, pero necesito que me digas que es. Puedo tirarme a quemarropa por ti, pero necesito que me lo digas, que me hagas saber que hay en tu corazón.

—Tú eres lo único que está en mi corazón. —Suelta un respiro ahogado, y es porque nunca he sido tan directo. Su mirada se suaviza y sé que voy por buen camino. —En verdad te amo, aun si mis demás palabras son sosas, esa es la única verdad que necesitas aprenderte de memoria.

—Necesito las demás palabras, me voy a casar contigo y la primera vez que te he escuchado decirme te amo ha sido hace unos minutos y...

—Eso es mentira. —Le interrumpo, negando mientras miro hacia el suelo. Las palabras que no he podido decir antes están fluyendo, me está costando pero lo están haciendo y es lo único que importa. Elevo la vista y me encuentro con sus ojos expectantes ante las palabras que voy a confesar a continuación. —Te lo he dicho cada que he podido, cada que estabas dormido conmigo en casa, o cuando fuimos de campamento, también antes de irme de viaje a Francia, pero tu frecuencia es más alta que la mía, nunca me has escuchado. Sé que a veces mis actos no son suficientes para demostrarte todo lo que significas para mí.

—Ese es el punto, justo ahora necesito todas esas palabras y todos esos secretos que has guardado para mí durante todo este tiempo. Te amo con todo mi corazón y por eso estoy aquí, por eso he aceptado casarme contigo a pesar de todas las dudas que tenía en mente, lo he hecho por ti. Pero por favor, te suplico que me digas todas las razones de porque te quieres casar conmigo. 

No tengo palabras, nunca fui bueno con las palabras y ahora que más las necesito aparecen de forma imprudente y desordenada en mi cabeza, supongo que tendré que arreglármelas como pueda. Tomo un gran suspiro y me preparo para confesar todo lo necesario. Pero justo antes de que lo haga, mientras le miro a los ojos, empiezan a caer papeles del cielo.

Uno tras otro, no se detienen, llenan el aire y acaparan de un segundo a otro toda su atención. Miro lo que cae y logro percibir que son mis votos.

Mis ciento ochenta hojas de votos escritos a manos.

Revolotean en el aire como plumas de ave, se deslizan con tanta delicadeza en la brisa cálida que me cubren la vista de poco a poco. Rubén mira extrañado lo que sucede, pero de igual forma se dirige a tomar una y la comienza a leer.

Elevo la vista y alcanzo a divisar las manos de nuestros padres mientras siguen lanzando las hojas por el aire. Una pequeña sonrisa se extiende por la comisura de mis labios, creo que tengo los mejores padres y suegros del mundo.

— ¿S-son tus votos? —Pregunta Rubén con voz trémula. Concentro mi atención en su rostro y asiento despacio, regalándole una tímida sonrisa. Cubre su boca con la palma de su mano mientras sus ojitos se terminan de ahogar en lágrimas, ya no soy capaz de mantenerme lejos. Las piernas me tiemblan, pero aun así dirijo mis pasos hasta donde está, él no retrocede y mis pasos se tornan valientes.

La distancia se acaba entre nosotros.

No soy capaz de resistirme a besarlo mientras su rostro luce así de bello a la luz tenue del ocaso, nuestros labios se encuentran en un fino contacto lleno de sentimientos y necesidad, no me mantengo al margen y degusto cada rincón de su boca, me deshago de placer mientras muerde mi labio inferior con persistencia. Me vuelvo posesivo y tomo de la cintura para acercarlo más a mí, mi respiración se descontrola, sólo soy capaz de aferrarme a sus labios como si fuera mi única religión.

Sus manos me rodean el cuello y desfallezco al sentir sus suaves dedos presionando mi nuca. El roce importuno de caderas juntas propicia pequeñas descargas a mi cuerpo y me calienta hasta el borde del abismo. Sin embargo, justo antes de perderme y querer dedicarme a corromper algunas reglas, un chorro de agua me moja la espalda.
Rompo el beso y miro hacia lo que me mojo, noto a mi primo de 8 años con una pistola de agua.

— ¡Isaac! —Le reprendo, él pequeño sale corriendo. Escucho a mi prometido soltar una risa por lo bajo, devuelvo la vista hacia él y lo encuentro con una sonrisa radiante. Creo que me le quedo mirando de nuevo por más minutos de los que debería.

— ¿Por qué siempre te me quedas viendo? —Pregunta mientras él me sujeta por la columna. Rozo mi nariz con la suya en un beso de esquimal y luego deposito un suave beso en sus labios.

—Porque me dejas mudo.

—Lo noto. —Comenzamos a danzar en una suave melodía inexistente. Me propongo narrar un poco más sobre lo que en verdad significan mis palabras.

—Sé que a veces parezco un tonto al mirarte demasiado tiempo, pero es porque eres demasiado hermoso. —Un sonrojo nace debajo de sus pómulos, soy consciente de que es mi oportunidad para robarle más que un sonrojo. —Prometo que te demostraré con amor lo que significa cada palabra dentro de esas hojas que yacen en el pasto.

— ¿Más que palabras?

—Cada día un poco más que palabras. — Miro los hoyuelos que tiene en las mejillas y me dirijo a besar cada mejilla, bajo un poco hasta el mentón y planto un suave beso en la zona. Nuestros labios se encuentran en un beso con sonrisa prolongada.

Sin dejar de soltarse, le tomo de los muslos y lo elevo del piso para comenzar a darnos vueltas por el aire, un par de risas nos siguen a los minutos.

Veo a nuestros padres en el balcón pero aun así no me detengo y sigo haciéndole sonreír, deposito en beso en su cuello y una risa extraña se escapa de su garganta.

En ese segundo, mientras nuestros padres nos ven, me hago la sincera promesa de hacerle feliz el resto de mis días.

Aun sí utilizo más que palabras, o no.



_______________
Derechos de autor con código de registro: 1707202998782

El último aliento |Rubelangel


Me recuerdo aquel día como una sombra de antaño, triste y con mirada húmeda ante los desafíos a los que me enfrentaba a una corta edad, si bien mi inocencia jugó mis cartas, esa fue la última vez que pude usarle de comodín. La tristeza me tendió sus manos cuando apenas yo era un niño con el rostro empapado en llanto, pero no le culpo, vio a un niño solitario en el parque y se apiado de mí. 

Agradezco a la tristeza por acudir a mi llamado y por acompañarme en mi soledad, mucho más por ayudarme a jugar en la arena del parque hasta que fue tiempo de ir al cementerio siendo arrastrado por manos adultas. 

Fue la primera vez que conocí la tristeza. 


En el funeral de mi padre. 

Los arboles llenos de cerezos que tanto amaba estaban marchitos por el frío, haciéndome sentir mucho más desolado que la ráfaga de viento que le helaba las piernas a mi tía. La recuerdo murmurando cosas acerca de porque tenía que cuidarme, y los motivos del porque siempre le encargaban estorbos cuando tenía mejores cosas que hacer. 

Duras palabras que calaron en mi vida, fueron las primeras que empezaron a atar mi corazón, fue la primera vez que alguien me impulso a caminar hacia el acantilado. La miseria misma, cala más dentro de los humanos que el abandono ajeno.

Luego fue recibir los pretenciosos pésames, provenientes de voces que mi padre nunca quiso escuchar, y de las que mi madre no podía defenderme por estar en cama inconsciente para no volverse loca de dolor. No la culpé nunca por haberme dejado a la deriva cuando también la necesitaba, eso sí, nunca la entendí.

Pero sin duda lo que más me hundió ese día, fueron esas miradas de reojo que recibí mientras yo estaba junto a mi padre, "Rubén es muy joven para esto", ellos dijeron. Pero fuera de eso...

Nunca ayudaron. 

Resistí tanto caer ese día, más de 12 horas con el nudo atado a la garganta y los hombros tensos, tan pendiente de cualquier ruido, de cualquier persona que abriera los brazos para recibirme bajo una cálida mirada de amor, sólo quería consuelo, sin embargo el mundo tenía otra enseñanza que poner sobre mi espalda. "Los hombres deben ser fuertes, y tú tienes que ser uno". 

Hombros erguidos y una figura recta bajo una sombra lúgubre y una mirada tormentosa. Eso era un hombre para ellos. 

Pero yo no pude serlo con 6 años.

Me desplomé junto con los cimientos de cemento que construyeron sobre mí, todos y cada uno de ellos se deslavaron junto con mis lágrimas al ver a mi padre siendo enterrado donde no podría verle más. 

Recuerdo las manos puestas sobre mis labios cubriendo las suplicas que quería rogar mientras me alejaban, recuerdo mis manos moviéndose desesperadas y múltiples regaños puestos sobre mi nuca. Reclamando la falta de respeto que ni ellos poseían. Recuerdo esa voz en mi garganta, desgarrándome por dentro mientras mis ojos rogaban a esa mujer que me dejará sufrir.

"¡BASTA RUBÉN! ¡LOS HOMBRES NO LLORAN!". Eso dijo ella después de una bofetada limpia que estampo sobre mi mejilla. Esas palabras resonaron en mi cabeza durante años, se arrastraron en el barullo de mi cabeza en cada oportunidad que tenían. 


Es por eso que esta vez, teniendo enfrente al chico de cabello negro que es mi mejor amigo, a punto de despedirse de mí, las palabras se vuelven a ahogar en mi garganta. "No me quiero ir", es lo que quiero decir, pero no puedo hacerlo, no porque....

Porque tampoco sé cómo confesar que ya no podemos ser amigos.

La brisa me revuelve el cabello igual que aquel día en el parque, todavía hay frío calando en mis huesos y perpetrándose dentro de mi corazón. Hoy vuelvo a sentir ese dolor dentro del pecho, queriendo tirarme de rodillas. Queriendo robarse mi último aliento. 

—Adiós... Rubén. Cuídate mucho por favor.













__________


Será una historia muy corta porque es para empezar.